jueves, 20 de mayo de 2010

Carlo Giuliani



Carlo tenía veintitrés años y un extintor en las manos cuando lo mataron en Génova el 20 de julio del año 2001. Aquel día no sabía si dar un paseo por las playas (Génova era desde luego su ciudad) o ir a la mani. A las tres de la tarde estaba tomándose algo con un amigo cuando vio a unos policías que agredían, con porras y lacrimógenos, a unos manifestantes. «Conociendo a Carlo, sé que tomó la decisión de quedarse con ellos. Me llamó y me dijo que iba a la mani, que no me preocupara, que había mucha gente» me cuenta su padre cuando me habla de Carlo y de la dinámica de su asesinado. Carlo estaba bastante cerca de la estación, en la calle Tolemaide, cruzó a la manifestación de las tute bianche que había sido autorizada hasta la zona roja. Pero la policía cargó antes, ¿por qué lo hizo?

El viernes a las dos de la tarde la manifestación de las tute bianche dejó el estadio Carlini para dirigirse hacia la zona roja. En la ciudad había más de 17.000 guardias de asaltos. Las tute bianche intentaron llegar hasta la zona roja pero la policía se lo impedía. Se oían gritos, disparos, gente que corría por todos lados. Ardían los ojos, quemaba la piel, el humo de los gases entraba en el estómago y provocaba náuseas, vómitos y desmayos. En un momento un grito de dolor: «Han matado a un chaval!». Eran las cinco y media de la tarde, y Carlo Giuliani había muerto.

Pasaron con tanques, cargaron con porras y lacrimógenos a todos los que encontraban por el camino. Obligaron a los manifestantes a retroceder hasta el estadio Carlini para que se quedasen en un recinto sin salida. Pegaban y detenían a quien salía para comer algo o para llamar por teléfono. Si ibas al hospital te llevaban al Cuartel Bolzaneto, te aporreaban y te obligaban cantar faccetta nera. El gobierno Fini-Berlusconi había suspendido, en aquellos días, todas las libertades civiles y democráticas.

Carlo había muerto. Nosotros sabemos que estaba luchando para defender sus ideales. Pero lo que vimos fue la imagen de un chico que lanza un extintor a una furgoneta de los carabinieri. El carabiniere disparó. ¿Fue legitima defensa?

El choche de los carabinieri se había parado en plaza Alimonda. A los carabinieri les estaba entrando los gases que ellos mismos lanzaban contra a los manifestantes. No podían respirar, tenían que huir. El carabinieri Mario Placanica, de veintiún años, empuñó el arma. El articulo 52 de Código Penal considera legitima defensa cuando la acción es proporcional a la ofensa recibida. Placanica no apuntó hacia arriba, sino contra los manifestantes. Carlo lo vio. Podía haber huido pero no lo hizo. Recogió desde el suelo el extintor y lo lanzó.

En aquel momento Mario Placanica disparó a Carlo y lo mató. Los manifestantes huiron, («esto pasa naturalmente cuando alguien oye un disparo», comenta Giuliano Giuliani), la furgoneta arrollò dos veces su cuerpo y los carabinieri ocuparon la plaza.

Hay que decir que los disparos fueron dos. En las imagen que se ven (Rai-tre) hay otro carabiniere que está en la calle y que dispara contra los manifestantes (se ve el retroceder natural de un balazo de la pistola y se oyen dos disparos). Lo confirma Bruno Abile, fotógrafo free lance de París: «He visto disparar contra al chico a un carabiniere que estaba en la calle, a cinco, seis metros de la jeep. (No llevaba escudo, tal vez era un oficial). Cuando el chaval estaba en el suelo algunos carabinieri lo golpearon con botas en la cara, luego pegaron a otros fotógrafos. Finalmente se golpearon entre ellos». «Ha sido una suerte que no hayan matado a otro chaval». Comenta Vittorio Agnoleto, portavoz del Genoa Social Forum. Sobre este caso la Magistratura está investigando. Placanica tenía veintiún años, se “justifica” su acción por falta de experiencia, pero, ¿Quién era el otro carabiniere che disparó?. ¿Se está cubriendo a un alto funcionario del Estado?

Al padre de Carlo ésto no importa. El proyectil que mató a su hijo fue el primero. Luego el autista arrolló dos veces su cuerpo, pero Carlo ya había muerto. A Giuliano Giuliani y a su familia importan dos cosas:

Cuando Carlo estaba en el suel alguien lo golpeó con un objeto en la cara para justificar la primera versión que la Policía dio: «lo habéis matado vosotros!». Pero había muchas imagenes grabadas y todo el mundo había visto el carabiniere que empuñaba la pistola frente a Carlo. No podían secuestrar a todas las cameras de todos los reporteros del mundo.

Y aún: ¿A qué distancia se encontraba Carlo del carabiniere? Las fotos que han dado la vuelta al mundo lo retraen bastante cerca del carabiniere (decimos unos 30 cm, máximo un metro) porque han sido realizadas por un fotógrafo de la Agencia Reuter que estaba a unos quince metros detrás de Carlo, con uno zoom 70-210 que deja las imágenes planas. Pero Marco D’Auria, otro fotógrafo de Rai Net News, que estaba en una calle lateral nos demuestra que la distancia ente Carlo y el carabiniere era por lo menos de cuatro metros. ¿Por qué esta foto todavía no ha sido publicada en Italia? ¿Podemos seguir hablando de legitima defensa?

El día siguiente más de trecientomil personas bajaron a la calle para protestar contra este asesinado y por la libertad y la democracia. Era la respuesta al miedo que intentaban inculcarnos. Massimo D’Alema, leader de los Democráticos de Izquierda habló de Represión Chilena porque, si por la muerte de Carlo Giuliani pudieron sostener que fue un “accidente”, ¿cómo justificar la matanza en la Escuela Diaz y la tortura en Bolzaneto?

Arnaldo La Barbera (responsable de los grupos antiterroristas) ha sido promovido a los más altos cargos de los servicios secretos y Ansoino Andreassi (ex jefe de seguridad del G8 en Génova) es ahora vice director del Comité Ejecutivo para los Servicios de Información y Seguridad. Esto es el juego de ajedrez que alguien llama justicia.

Y tenemos grabada la imagen de la gente que, frente a semejante represión, con baldes y mangueras lanzaba agua a la calle desde las ventanas de sus casas. Agua, esperanza, vida y libertad. Carlo Giuliani matado mientras intenta parar, con un extintor, una violencia no proporcionada, no justificada y no legitimada. Génova libre: ciudad de Carlo, ciudad de todos.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La bañera!

Frente de Aragón, mayo del ’37
Guerra civil española
Diálogo entre una Prostituta y una Anarquista



P.- No me mires así, Lucía.
A.- ¿Estuviste con Paco?
P. - No es asunto tuyo.
A. - Con Paco, con Juan... Dime: ¿Les cobraste?
P. - ¿Qué más te da?. Aquí vamos a morir todos.
A. - Estamos en plena revolución. Los compañeros no pueden contagiarse.
P. - Con pulgas y piojos me siento peor que en Barcelona.
A. - Ya sé: el frío, los fascistas... esta maldita guerra no acaba. Tienes que aguantar, compañera..
P. - ¡No me llames así!. ¡Yo no soy compañera de nadie!
A. - ¡Mira guapa, que aquí nadie está por gusto!.
P. - ¿Y tú qué? ¡Anoche te vi con Ramón!; ¡No lo niegues que se enteraron todos!.
A. - No vamos a comparar. Ramón es mi compañero, lo era desde antes...
P. - ¡Estoy harta de toda esta hipocresía! ¿Si quiero echarme un polvo tengo que consultarme con el Comité Central?
A. - No me lo pongas difícil. Sabes que la prostitución está prohibida.
P. - ¿Y quién la prohibió?
A. - Ya te dije: los hombres se están muriendo en mancha...
P. - No me eches la culpa...
A. - No es cuestión de culpa...
P. - ¿Y qué? ¿Nos vamos a encerrar en un monasterio?.
A. - Las monjas se están llevando la peor parte. Desde luego apoyan a Franco y a todos los fascistas de Europa.
P. - Pobrecitas...
A. – Reza por ellas, si tanto te importan.
P. – Aquí tengo un rosario.
A. - ¡Ahí, noooo! ¡Una puta con rosario!. ¡Sólo esto faltaba!.
P. - ¿Está prohibido rezar?
A. - Sólo los fascistas van a la iglesia.
P. - ¡No es verdad! !Yo iba con mi abuelita, cuando era niña!
A. - ¿Y luego qué? ¿Te perdiste en el camino?
P. - Mira donde estoy. ¡Disparando a los fascistas que tanto bien me hicieron!
A. - ¡No hables así, joderrrrr! Estos cerdos prepararon el golpe y mataron a niños inocentes..
P. - Lo siento, Lucía. Es que cuando me siento sola digo tonterías.
A. - ¿Por qué viniste al frente, entonces?
P. - Para estar contigo, Lucía
A. - No me mires así. ¿Que’?,¿Eres lesbiana?
P. - ¿ Esto también está prohibido?
A. - No lo sé Lola, no me compliques la vida.
P. – Y suerte que vine con los libertarios... Aquí la anarquía está tan muerta como la vida misma.
A. - Lo siento, a veces no sé lo que digo.
P. - Somos dos.
A. - Esta guerra nos está matando por dentro. Nadie nos vende armas, Italia y Alemania apoyan a Franco.
P. - ¿Y los rusos?
A. - No me hables de ellos, que son los peores. Les dimos toda la plata del banco y enviaron sólo burócratas asesinos.
P. - Es complicada la cosa.
A. - Estamos solos, Lola.
P. – Abrázame, Lucía.
A. - Stalin nos traicionó.
P. - ¿Este hombre con bigote?
A. - Él.
P. - A mí siempre me dio mala vibra. Yo a los hombres me los imagino en la cama, haciendo cositas; y cuando no me los puedo imaginar así pienso que son malos. Deformación profesional.
A. - Eres tan guapa, Lola.
P. - Ahora me sonrojo.
A. - ¿Tú?
P. - Bueno, soy puta pero contigo es diferente.
A. - No hables de eso con nadie.
P. - ¿Y con quién lo voy a hablar? Aquí estamos más solas que la una.
A. - ¿Y si nos fuéramos a México?
P. - ¿Allí que hay?
A. - Hay un presidente que nos apoya.
P. - ¿Tiene bigote?
A. – No tiene. Allí hay artistas, gente revolucionaria.
P. - Si lo dices tú... Con la política no me meto.
A. - Lola, tenemos que irnos, están disparando...
P. - ¿Me enseñas a manejar un fusil?
A. - ¿Quieres matar a los de enfrente?
P. - Si dices que los fascistas son malos, te creo.
A - Son asesinos, matan a gente inocente. Piensa en Guernica, en Madrid...
P- En la cama me parecían buenos...
A- La cama no es todo...
P- Puntos de vista... Ven aquí, déjate acariciar.
A- Me pones nerviosa. ¿Tienes un pitillo?
P. Todo lo que quieras... Relájate.
A. ¿Me enseñas algo?
P. - ¿Qué te puedo enseñar?
A. - A sentirme libre...
P. - De eso no sé. Soy sólo puta, Lucía.
A. - Yo también quiero serlo.
P. - ¿Para sentirte libre?
A. - Sólo contigo.
P. - Entonces no eres puta.
A. - No me compliques las cosas. Vamos, pásame el fusil.
P. Quedémonos un ratito más. Te quiero, ¿sabes?.
A- Yo también te quiero.
P. ¿Desde cuándo?
A. Desde siempre...
P. - ¿Puedo ser puta y anarquista?
A. – ¡Claro que sí! . Cuidado Lola, están cerca. No quiero que te maten.
P. – E yo que quería vivir de amor...
A. - Eso también es amor...
P. - Si lo dices tú... Pásame las municiones, vámonos al frente.
A. – Con cuidado, amor.
P. ¿Sabes qué?. Me muero por tener una cama limpia, una bañera...
A. - ¿Nada más?
P. - Una puta que me enjabone y que luego me lleve a México.
- Aquí la tienes. Nos vamos a morir de todas maneras, Lola.
P. - ¡Malditos piojos! ¡Son peores que los fascistas!
A- No bromees, ¡No hay nada peor que ellos!
P. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
A. ¿Qué?
P. ¡Qué me querías!
A- ¿Hubiera cambiado algo?
P- Hubiera cambiado todo...
A- Podemos colectivizar el amor...
P.- ¡Estoy harta de palabras!
A- ¡Scífff! ¡Se están acercando! Cuidado, Lola.
P. No quiero compartirte con nadie...
A- Ojalá salgamos vivas de este infierno...
P.- ¡Ojalá te enjabone esta misma noche!
A. - ¡Por la bañera, entonces!
P. - ¡Por la bañera!

Glenda

Queríamos tanto a Glenda*
cuando volvía de viaje con su mochila llena de fotos, de sueños, de desayunos a la orilla del mar. Esperábamos a Glenda en la estación, en el aeropuerto, en la parada del metro para darle una sorpresa pero Glenda no nos veía, no nos reconocía. Entonces volvíamos en silencio a nuestras casas hablando de ella sin necesidad de hablar de ella, “ha cambiado mucho nuestra Glenda, ¿verdad querida?”
Sonaba el teléfono. “¿Lo coges tú Samanta?” Se levantaba Julia: era Glenda. Todas volvíamos a esperar algo. No se sabe qué. “Hace mucho tiempo que no las veo, las he echado de menos. ¿Dónde han estado?” Entonces Glenda venía a buscarnos y todo volvía como antes: tazas, colillas, fotos, desayunos a las cuatro de la mañana, a las dos de la tarde. “Has vuelto para quedarte, ¿verdad querida?”
Hablábamos de todo: de libros, de viajes, de cines, de teatros. Pero nunca de nuestros silencios cuando te ibas. Nunca del ruido de tus pasos cuando bajabas por la escalera, de nuestras miradas cuando sonaba el teléfono o cuando alguien tocaba el timbre de la casa.
Glenda se despedía de nosotras. “Llamadme más a menudo. Me ha encantado verlas”. Pero Glenda nunca nos regaló una postal, ni un juguete de viaje, ni una foto-recuerdo. Nos mirábamos en silencio, nos despedíamos como siempre. Te queremos mucho, Glenda.
“Podríamos viajar juntas, ¿qué les parece? Nueva York, París, Salamanca para un puente no estaría mal, llamadme por si acaso”. ¿Por qué no en Chueca o en Malasaña mañana por la mañana Glenda querida?
Todas pensábamos en lo mismo, pero nadie decía nada. Nos gustaba tu sonrisa. Nos dejabas mucha alegría. Y un vacío garrafal. ¿Nueva York, París? ¿Por qué no nos invitaste a tu fiesta de cumpleaños el sábado por la tarde?
Nos gustó mucho tu viaje a Berlín. Pero Julia no fue a Berlín porque esperaba ir contigo, “¿Te acuerdas de cuándo te hablaba siempre de Berlín?” De repente no se habló más ni de Berlín ni de la Alemania entera. Y nadie se preguntó por qué. Poco a poco dejamos de hablarte, de buscarte. Incluso de desearte.
Una vez te vimos en la parada del bus. Nos miramos en silencio. No hablamos de nada. Ni de tu belleza, ni de nuestro dolor. No tenía visibilidad. Lo habíamos encerrado en el armario. Como nuestra misma historia, Glenda querida. Hablábamos siempre de todos los armarios del planeta pero nunca del nuestro.
Queríamos mucho a Glenda. Y tanto que el amor es ciego al final acabamos queriendo a su mismo armario, a nuestro mismo dolor, a nuestros silencios, a su misma vida encerrada en el armario.
No te vimos, Glenda. Empezaste a ser transparente. Nuestro dolor empezó a flotar, a salir del armario. Era muy grande nuestro dolor. Más grande que nuestro mismo armario.
Te queríamos mucho Glenda. Mucho más de lo que te imaginaste. Pero no quisiste descubrir lo que nos esperaba fuera del armario. Tal vez no nos esperaba nada, pero... aún así, merecía la pena salir del puto armario
aunque cuando jodimos la historia; aunque cuando jodimos y jodemos por placer, dolor, alegría, felicidad; cuando jodemos y punto, siempre merece la pena salir del puto armario, ¿o no
Glenda querida?.
No me digas qué te enamoraste del armario. No me jodas así. Asì no, amor mío...
*Tìtulo de un cuento de Julio Cortàzar

En octubre no hay milagros

EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS*

Cuelgo el teléfono - que todas las noches ritualmente descuelgo para evitar que un chirrido imprevisto despierte a Paula – y me timbra en la mano, una voz amiga me pregunta si he sabido algo de Jaime, respondo que nada desde la noche anterior. Se hace silencio y ya sé lo que viene…

La fuerza con la que el viento hace volar la arena torna la imagen lejana de la cárcel un espejismo gris y movedizo, mimetizado entre dunas, cerros y cielo triste, el penal de Piedras Gordas, muy cerca a las playas marinas al norte de Lima, se presenta como una enorme construcción al revés, se erige hacia abajo, ¿tendrá fondo? me pregunto.

Es extraño, porque la mujer que revisa mis ropas se encarga, además, de hacerme recordar que yo conozco las reglas del juego, desde hace ya varios años en el otro penal de Lima, pero por si acaso me recita la lista de cosas que puedo y que no puedo llevar puestas, y entonces ¿de dónde esa sensación de pisar una cárcel por primera vez? y claro, se trata de un establecimiento con alta tecnología para el Perú, casi privado de presencia humana, un penal “modelo”.

Se abre la puerta metálica y trato de seguir las instrucciones sobre donde dirigirme para llegar al locutorio, me sentiría muy sola si no fuera porque el hombre del ingreso tuvo a bien informarme que 187 cámaras vigilan el recinto y sus arenales. El pasadizo subterráneo es largo y oscuro, me imagino a Paula corriendo por ahí, gritando las vocales para que su voz se repita varias veces con el eco. Empiezo a sentir frío, giro a la derecha, creo que después a la izquierda, luego bajo, después subo, y no se cómo llego al cuarto helado donde hay un gran vidrio, dos sillas mirándose interpuestas y dos teléfonos colgados. Como Jaime no ha llegado aún ensayo algunas caras, me río, abro los ojos, frunzo el seño, me arreglo el pelo desordenado, lo espero…

El tiempo pasa volando entre sonrisas, bromas, situaciones que ir resolviendo, lo del traslado a Chile se hace urgente, no me sorprende su optimismo, su mirada fiera, su belleza grande, su ternura. Rompe el encanto de nuestro solitario encuentro un fuerte calambre a su pierna derecha, lo siento descomponerse, está demacrado en realidad, lo observo sin poder ayudarlo, camina, estira la pierna, sin el teléfono no siento lo que me dice, el calambre no pasa: ha cumplido 53 hace tres días, y justo hoy, 14 de octubre, 16 años de prisión, ¿es que el cuerpo empieza a abandonarte, Jaime? ¿es que ese desdoblamiento del cuerpo del preso del que nos habla Fuocault se hace ver?.

Se acabó el tiempo, sale de la sala sin cojear, trata de regalarme la última sonrisa, pero la rigidez de la cara no lo ayuda, regreso sobre mis pasos siempre por el pasillo larguísimo, al final del corredor me espera un hombrecillo en uniforme que me pregunta con macabra curiosidad – ¿qué le pareció el penal?- superado el desconcierto de su pregunta atino a decir, por qué no cambia de trabajo.

Otra vez en la arena me doy vuelta por última vez y me digo, algo de bello tendrá que tener, a lo lejos diviso el único toque de color en el paisaje, una bandera peruana flameando en soledad.

Maite Palacios

*Titulo de la novela del escritor vanguardista peruano Oswaldo Reynoso.

14 de octubre 2009



Jaime Francisco Sebastián Castillo Petruzzi

1956, 11 de octubre, nace en Linares, Chile.

1970, gobierno de la Unidad Popular. Se integra a las filas del Frente Estudiantil Revolucionario y posteriormente al Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR de Chile.

1973, dictadura militar de Pinochet.

1974, julio, parte exiliado a Francia. Participa activamente en la lucha contra la dictadura de Pinochet.

1988, diciembre, regresa a Chile tras ser borrado de la última lista de retornos prohibidos por la dictadura militar.

1992, inicia a colaborar, como voluntario internacionalista, en la lucha contra la dictadura de Fujimori y Montesinos.

1993, 14 de octubre, es detenido en Lima.

1994, enero, juzgado sumariamente en tres horas por tribunal militar sin rostro, sin derecho a defensa, su abogado no pudo hacer uso de la palabra, es condenado a cadena perpetua por “traición a la patria” y pertenecer el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA.

1994, mayo, es trasladado a Yanamayo Puno (4.000msnm.) donde permanece ochos años bajo régimen cerrado especial. Por el difícil acceso y la lejanía del lugar, las condiciones climáticas, así como las dificultades económicas, en todo ese tiempo recibió sólo por algunas horas y una vez al año la visita de sus familiares.
Agotado el fuero judicial interno dentro del Perú se recurre a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH.

1999, 30 de mayo, fallo de la CIDH ordena al estado peruano la derogación de las leyes excepción que sirvieron de marco jurídico a la ley antiterrorista y ordena nuevo juicio a Castillo Petruzzi, en el marco de la convención de San José, teniendo que respetarse debido proceso y el derecho a defensa.

1999, el Perú se retira de la juridicidad contenciosa de la CIDH, no acata fallo Castillo Petruzzi.

2000, huída del Perú de Alberto Fujimori, se instala el gobierno de transición de Valentín Paniagua. Inicia una huelga de hambre junto a los seis chilenos encarcelados en Yanamayo exigiendo ser repatriados a Chile.

2001, mayo, es trasladado a Lima junto a los otros presos políticos y sentenciados chilenos. Gobierno de Valentín Paniagua, se reincorpora a la CIDH y decide acatar fallo Castillo Petruzzi.

2001 junio, anulan sentencia a cadena perpetua, se vuelve a foja cero, se inicia nuevo proceso judicial con una “modificación benigna” de la ley 25475 (ley medular de la legislación antiterrorista fujimorista). Termina huelga de hambre de los seis chilenos condenados en Perú, después de 36 días.

2003, setiembre, es condenado a 23 años de prisión y a una reparación civil de 250.000 nuevos soles, en forma mancomunada con dos de sus cosentenciados chilenos que actualmente mantienen un régimen de semi libertad.

Jaime Castillo Petruzzi, ha venido cumpliendo condena en el penal de régimen ordinario Miguel Castro Castro de la ciudad de Lima, Perú. El día de ayer, en horas de la madrugada, ha sido trasladado al penal de Piedras Gordas en la misma capital peruana junto con otros 10 prisioneros.

Podría haber alcanzado su libertad en junio 2010, si se le reconocía, de acuerdo a ley, su derecho a los beneficios penitenciarios (tres cuartas partes de la condena cumplida; redención de la pena del siete por uno por motivo de trabajo y estudio). El actual gobierno peruano, el día de ayer, ha promulgado nueva ley, aprobada por el Congreso, eliminando los beneficios penitenciarios. Dentro de este nuevo marco legal, Jaime Castillo Petruzzi, recién saldría en libertad cumpliendo el íntegro de la pena, el 14 de octubre 2016.


Información actualizada al 15 de octubre de 2009

Otocongo

Ricordo le loro mani sul mio corpo, la pistola, il coltello, mettiti in ginocchio, chiudi gli occhi, sta' zitta, di dove sei, che lavoro fai, dacci le chiavi, il portafoglio, il libretto degli assegni. Devi pentirti d'aver preso questo taxi, e prega Iddio che i soldi ci siano altrimenti ti squartiamo e ti molliamo in una discarica. E' piena di cani randagi, non ti troveranno mai.

Faccia contro il muro, non fiatare, adesso ci divertiamo un po’ prima che tornino gli altri, zitta ti dico. Le mani non te le sleghiamo, no. Apri 'sta bocca e senti la pistola. Pum! Se premo qui è finita. Caput! Possiamo andare più in fondo, senti quant’è lunga, respira col naso, collabora. Prega Iddio che l'altro torni presto, che di là ce ne sono altri due pronti a darci il cambio. E sono bruttini sai? Dove volevi andartene stanotte sola soletta per le strade di Lima? Lo sai che è pericoloso no?

E col tuo ragazzo a letto che ci fai? Ma dai, sei italiana? Campioni del mondo! Totti, Matarazzi, Buffon. Contro la Francia è stato puro culo no? Io vorrei vedere un Inter-Milan. E come si dice in italiano me gustaria salir contigo? Y estàs muy guapa?Y… Jolìn, el tipo està tardando un huevo, no es que nos jode la plata no? Di quel bastardo lì io non mi fido. Dai, quanti soldi c’erano in banca?. Tu mi dici la cifra esatta ed io ti restituisco gli anelli, che quello ci vuol fottere.

Da quanto vivi a Lima? Non è più bella l'Italia che questo paese del cazzo? Ci dicono che lì nessuno ruba, che i ragazzini non chiedono l'elemosina per strada, ma sarà vero? E poi le donne escono la sera e gli uomini se ne stanno tranquilli in casa. Come faccio ad andare a vivere lì? E se ci sposassimo? Vedi che sono bello, sai? No! La benda non te la tolgo! Tu poi fai la stronza e ci denunci, mica sono scemo. Mettiti in piedi e non aprire gli occhi che sennò poi cazzo t'ammazzo, eh?. Fatti vedere, magari ti incontro per strada e ti offro un caffè. Ce l'hai l'e-mail? Se ti scrivo mi rispondi?

E dimmi: che ti piace del Perù? Il ceviche, la gente, il Machu Pichu? Sai che prima c'erano gli Incas no? Poi sono venuti gli spagnoli e ci hanno rubato tutto; se fossi stata spagnola ti avremmo tagliato la gola, ma gli italiani ci stanno simpatici. Ciao è per dire sia hola che hasta luego no? E come fate a capire la differenza? E a Venezia ci sei mai stata? Ed è vero che lì a Roma vive il Papa? Quello sì che è ricco sfondato no? Anche voi avete tanti soldi. A me la miseria fa schifo, vedi qui che vita di merda. Non ti posso liberare, no, te l'ho già detto. Se adesso arriva il capo ti faccio restituire gli anelli. Il cellulare no, non te lo darà mai. Non credo che ti tengano qui per tanto, ma io non conto un cazzo. Ci sono quelli armati nell'altra stanza che decidono tutto. Io li tengo a bada, sai? Altrimenti ti avrebbero già “passata ai ferri”.

Io intanto immaginavo il peggio e non mi davo pace. La paura mi paralizzava l’anima. Nell'altra stanza c'erano vari uomini armati. Erano matones, ossia los que matan. Avevo pensato che, viste le circostanze, lo stupro fosse il peggio che mi sarebbe potuto capitare, ma c’era qualcosa che mi terrorizzava più' dello stupro: traffico d'organi. Quest'idea iniziò ad ossessionarmi, ero bendata da ore e la mia vita era appesa a un filo. Aspettavamo il tipo col bancomat. E se avessero pianificato tutto? Sequestro, prelievo, stupro, traffico di organi? C'erano troppi uomini e troppe armi, in quella casa. C'era troppa tensione e troppo nervosismo. Mi sentivo come un agnellino a punto di essere sgozzato.

Immaginavo quando avrebbero ritrovato il mio corpo, le foto sui giornali, le lettere in ambasciata, le comunicazioni ai familiari. Pensavo ai telegiornali in Italia. Insegnante sequestrata e barbaramente uccisa nella periferia di Lima, i familiari attendono il corpo a Fiumicino. Riservati i risultati dell'autopsia. Questi pensieri scorrevano nella mia mente mentre i sequestratori mi portavano verso la periferia di Lima. L'autista mi terrorizzava con una voce metallica, un aguzzino mi immobilizzava il collo, un altro mi puntava un revolver su una tempia.

Erano le 11.30 di sera del 14 settembre del 2007 quando, dopo aver bevuto e ballato a più non posso in un pub di Lima, avevo deciso di rientrare a casa. Buona notte a tutti e hasta la pròxima muchachos. Domani lavoro e vado a casa a riposare. Presi un taxi al volo. L’autista sembrava un po' nervosetto. A un certo punto piuttosto che andare verso il centro, vidi che girava verso la periferia e gli dissi: “Sta sbagliando strrr...”. Si girò con una faccia da mostro, le pupille dilatate, le mascelle rigide, la voce metallica. Rimanemmo a fissarci per una frazione di secondo e poi tutto successe come in un film: uscirono dal cruscotto posteriore altri due mostri e mi bloccarono la mascella e le braccia. Mi bendarono e mi portarono in una casa squallida, adibita a sequestro.

E' una scena che ho rivisto migliaia di volte nella mia mente. Entravo ed uscivo dalla doccia per levare lo sporco che non andava mai via, per afferrarmi all'unica certezza rimastami: ero viva, il mio corpo aveva ripreso a funzionare. Ma la mia mente vagava sin rumbo. La paura di essere colpita alle spalle, la sensazione che ci fosse sempre qualcuno in casa, le minacce continue. Chiudevo gli occhi per dormire e ricordavo le ore passate con una benda sugli occhi. E quando suonava la sveglia ricordavo quelle parole: se apri gli occhi ti ammazzo. Brutti bastardi. Me ne fotto della miseria, se avessi avuto un mitra vi avrei ammazzati tutti. Non sono più neanche una donna. Mi avete svaligiato il cuore.

Quando ritornò il mostro, ossia l'ex autista, non era soddisfatto. Aveva prelevato dopo la mezzanotte, dovevano tenermi lì almeno altre 24 ore. Ventiquattr’ore, cazzo. Io non le reggo. Impazzisco e li ammazzo tutti. Uno di loro propose: ha promesso di non denunciarci, lasciamola libera. E la voce metallica replicò: siete diventati tutti froci qui dentro? Poi mi mollarono e andarono a discutere anche con gli altri. Io pregavo Iddio perché mi liberassero. Mi sentivo sporca. Non volevo più essere toccata da quei mostri. Poi all'improvviso, uno di loro mi prese e mi disse: dai è finita, ti liberiamo. Ero così rigida che era come se stesse parlando di un'altra persona. Mi stavano liberando. Li avrei dovuti ringraziare? E di cosa, poi?

Mi risbatterono in macchina con violenza. Io mi abbracciavo a quello che mi sembrava fosse il più umano, quello che mi parlava di Totti e che mi voleva sposare. A un certo punto mi abbracciò e mi disse: mi spiace. Ma no dai, ti pare?

Cercavo di orientarmi, eravamo molto fuori la Lima, a San Juan de Miraflores, in uno dei quartieri più poveri e pericolosi della città. A un certo punto dissero: para aquì no màs. Ossia, facciamola scendere qui, poi s'arrangi lei. Non denunciarci, non parlarne con nessuno, dritta a casa e non fiatare che sappiamo chi sei, dove vivi e te la facciamo pagare. Gli anelli te li restituiamo che sei stata brava ma il cellulare no. Da qui cercati un taxi e arriva in città. Non ti abbiamo toccata neanche con un dito. Vedi quanto siamo bravi?

Eravamo vicini al Ponte Otocongo e il più violento del gruppo mi fece scendere dall’auto. Mi levò la benda e mi disse: sta’ zitta e conta fino a 100! Se apri gli occhi ti ammazzo. Lo disse con tanta ferocia che sentii il vento che mi accarezzava il volto. Spalancai gli occhi e glieli puntai addosso. Vidi la pistola sulla tempia. Cazzo, adesso m’ammazza! Gli tremava la mano, ci guardammo in silenzio. Stronza chiudi gli occhi! Corporatura robusta, brufoli sulle guance. Cierra los ojos, carajo! E fuggirono via all'impazzata.

A quel punto potevo piangere e fare ciò che volevo. Ero libera, ma non riuscivo a muovermi. Avevo paura dei cani. Li sentivo vicini, mi avrebbero potuta sbranare. E quegli insulti mi rimbombavano dentro: te vamos a matar hija de puta! Mi tremavano le ossa, le viscere, il sangue mi si era congelato nelle vene. Camminavo come una zombi reggendomi lo stomaco con le mani.

Vidi una lucetta accesa, pareva vicina ma facevo fatica a camminare. Quando vi ci arrivai c'erano delle persone, pensarono che fossi una mendicante piena di anfetamine. Li guardai e ci fu il silenzio, non riuscivo a parlare, la mandibola mi si muoveva all’impazzata. Mi hanno sequestrata, chiamate la polizia. Io sembravo un rottame e loro non muovevano un dito. Ti hanno violentata? E quanti erano? Cazzo chiamate un’ambulanza. Mi sembrava di non essere ancora uscita da quel maledetto incubo. Così per rompere il ghiaccio dissi: cercatemi un taxi, ho bisogno di tornare a casa.

Entrai nel taxi e fu terribile. Iniziai a muovermi in maniera incontrollata, a singhiozzare con lo stomaco. Sta bene? Le serve qualcosa? No grazie, sono stata appena liberata da un sequestro. Le posso offrire una sigaretta? Ho appena smesso di fumare. Fumi che le fa bene. La ringrazio, ho appena smesso. Mi riportò sotto casa che era quasi l'alba. Aprii la porta e suonò la sveglia. Dovevo farmi una doccia e correre subito al lavoro.

Pepa y Raquel

I
Finì di scrivere il suo ultimo articolo e tirò un sospiro di sollievo. Adesso, finalmente, poteva andare in vacanza. Spense il compiuter e si accese una sigaretta. L’ultima, si disse, del suo ultimo giorno di lavoro. Respirò forte. Il fumo inondò l'ufficio. Dove vado adesso? Si chiese, e con chi? Manolo le aveva proposto di andare con lui a Bankok. Ma lei non aveva voglia di viaggiare con Manolo. Avrebbe voluto un viaggio differente, una vita differente. Poteva andare all’aereoporto e salire sul primo aereo. Sola. Voleva viaggiare sola. Si ritrovò in macchina e si accese un’altra sigaretta. Non so proprio dove andare, pensò. Andiamo a mettere benzina, che qualche idea salterà fuori.

La stazione di servizio era deserta. Il servizio era automatico, scese dalla macchina e vide da lontano una ragazza che le si avvicinava. Pensò le chiedesse dei soldi. Non voleva parlare con nessuno e cercò di evitare il suo sguardo. «Va verso Parigi?». Lei si bloccò. «Parigi?» E si ricordò di Parigi. Lei, a Parigi, quando aveva ancora vent’anni. Lei, con la voglia di viaggiare e di conoscere il mondo. Era senza soldi, allora, ma sapeva di amare Parigi. «E ci vai in autostop?» «Sì». «Io viaggio sempre in autostop». «In autostop?». Questa é proprio matta da legare. «E che ci vai a farea Parigi?». «Vado a trovare degli amici. Li ho conosciuti in Polonia quest’estate. Volevo chiedeti se ci andavi anche tu». «Guarda io non so neppure dove andare, ma se devi andare a Parigi ti accompagno. Dai salta su, che partiamo per Parigi. Ti va?»

II
Le due donne si incontrarono l’anno successivo a Bankok. Questa volta, però, Manolo non c’era. Bankok di qua, Bankok di là. Manolo l’aveva stressata tutto l’inverno parlandole di Bankok. «E tu, dove sei stata?». «A Parigi». «A Parigi? Città trita e ritrita». Già. Cosa ne poteva sapere lui di Parigi.

Pensava a questo quando prese il volo per Bankok. Vado a Bankok. Voglio sentire il profumo del suo corpo dentro le lenzuola di Bankok. Si accese una sigaretta e respirò profondamente. «Parla inglese?», le chiese una coppia americana. «Sì». «Noi siamo stati in Colombia, in Giappone e in Bangladesh. Adesso andiamo a Bankok; anche lei..?» Ma lei già pensava al profumo del suo corpo dentro le lenzuola di Bankok. «E' una giornalista? «Sì». «Ci avrei giurato. Io sono uno scrittore di libri gialli. Le vorrei regalare un mio libro. Vorrei una critica feroce fatta da una donna intelligente». Ma lei aveva solo voglia di amarla sotto le lenzuola di Bankok.

Lei l’attendeva all’aereoporto. Le si congelò lo stomaco. La baciò. «Morivo dalla voglia di te», le disse. I due coniugi americani la guardarono inorriditi. Non si erano resi conto di aver viaggiato con una pervertita. Eppure sembrava una donna colta, intelligente. Quando furono in camera d’albergo la spogliò dolcemente. Le baciò il seno e sentì i capezzoli che le si indurivano in bocca. La sua lingua scivolò giù, sempre più giù, ed i bottoni Levi’s liberarono la sua passione. «Prendimi amore, ho voglia di te». E le accarezza i capelli. Forte, sempre più forte, giù, sempre più giù, fino a sentire il profumo di Bankok che le scivolava tra le gambe.

III
A Bankok le università erano occupate. Gli studenti lottavano per un cambio di regime. I militari avevano preso il potere. C’era lo stato d’emergenza. Uomini in uniforme, armati sino ai denti, controllavano le strade della città. Furono svegliate, nel cuore della notte, da una raffica di mitra. Si affacciarono alla finestra. La polizia rincorreva un gruppo di giovani per la strada. Li incastrò in un vicolo cieco. Li picchiò violentemente con catene, spanghe e manganelli speciali. Il sangue colava giù dalla testa dei giovani studenti.

Raquel, la più giovane delle due, andò in bagno a vomitare lo schifo di quel regime militare che proteggeva il loro quartiere europeo. Poi impugnò con fermezza la sua Nikon e iniziò a scattare. «Scendo in piazza», disse a Pepa. «Voglio stare con gli studenti». Pepa provò una fitta al cuore. «Non proteggermi, amore. Io non resto qui a guardare». Il giorno dopo la fu a cercare alla centrale di polizia. Sanguinava ancora dalla tempia. Pepa pagò la cauzione e poté riabbracciarla. «Santo cielo», le disse, «ti ho cercata dappertutto. Ero in pena per te». «Tre studenti sono morti questa notte durante gli scontri, e molti di loro sono stati picchiati e torturati selvaggiamente. Scriverai dei quello che é successo, vero?».

Dopo la doccia si sentirono entrambe meglio. Abbracciami forte, amore, ho voglia di te. Bussarono alla porta. «Chi sarà a quest’ora?» . Dovete scendere giù per un controllo. «Lei, signorina Raquel W. ha già dei precedenti penali per manifestazione non autorizzata, offesa al Pubblico Ufficiale e blocco stradale. Le consigliamo di agire con prudenza. La invitiamo cordialmente a lasciare quanto prima il nostro paese». «Ma siamo in vacanza. Io sono una giornalista. Andrò immediatamente in Ambasciata». «Vada pure dove le pare, nos da lo mismo».
«Tesoro, pensavo a quello che ti diceva l’ufficiale governativo quando parlava di blocchi stradali, di manifestazioni non autorizzate». «...e di espropri proletari, di occupazioni di case sfitte, di denunce contro le carceri di stato. E che?» Volevo chiederti, non era la prima volta che finivi dentro, vero?» «No. Non era la prima volta». «Credo che dobbiamo parlare dell’argomento». «Certo, ma adesso andiamo a cena fuori. Ho voglia di scoprire Bankok con il sapore delle tue labbra».

I due coniugi americani le si avvicinarono sorridenti. «Avete sentito degli scontri di questa notte? E’ stato or-ri-bi-le. Non siamo riusciti a chiudere occhio. Per fortuna adesso la situazione é sotto controllo. La polizia ci ha detto che i responsabili degli incidenti non erano neppure degli studenti. Erano dei provocatori che si erano infiltrati per creare disordini. «Madonna! Questi credono ancora nella Befana!». «Befana? Y don’t understand what you say». «Meglio! Digli di tornarsene a Yankilandia». «Rimarrete qui in vacanza fino a dicembre?». «No, ripartiamo subito. Abbbiamo voglia di cambiare aria e di cambiare gente».

IV
Pepa Madrid trovò la faccia di Manolo dove l’aveva lasciata due settimane prima. «¿Que tal Bankok? Te ha gustato Bankok?». «Sì». «Meravigliosa, stupenda Bankok». So che ci sono stati dei disordini provocati dagli studenti». «Sì, lo sai Manolo come sono gli studenti...». E si ricordò dei suoi anni passati all’Università, dei suoi esami superati brillantemente alla Scuola Ufficiale di Giornalismo. Ma non poteva dimenticare quelle facce ricoperte di sangue degli studenti di Bankok. La lotta, la dignità e la rabbia degli studenti di Bankok. «No, Manolo. Gli studenti non sono tutti uguali. Credo che scriverò un articolo su Bankok. La mia donna mi ha lasciata ma io scriverò un articolo sugli studenti di Bankok». «Che donna? Madonna santa, Pepa. Che diamine ti é successo a Bankok?».

Tornando a casa c’era una lettera di Raquel che l’attendeva: «Ciao amore, sono in Italia e penso a te. Mi manchi tanto. Qui succedono delle cose incredibili e vorrei tu fossi qui per vederle. Le università di tutto il paese sono occupate! No me lo puedo creer! Sono a Venezia, alla facoltà di Architettura, e gli studenti stanno organizzando un sit-in contro la privatizzazione dell’università, il numero chiuso, l’aumento delle tasse. C’é uno stato di euforia generale. Si dorme poco, si parla tanto, si mangia e si beve a tutte le ore del giorno e della notte. E si fa politica de verdad. Si scrivono volantini, si organizzano manifestazioni, dibattiti, conferenze, corsi didattici alternativi. E a Bologna, a Bologna dicono che succedono cose dell’altro mondo. Vorrei andare a Bologna tesoro, e vorrei andarci con te. Vorrei svegliarmi con te nell’Università occupata. Vorrei seguire con te i dibattiti politici, vorrei capire con te che sta succedendo qui in Italia. Perché non ci incontriamo a Bologna tra qualche giorno? Pensaci amore. Pensaci e fammi sapere».

Pepa non sapeva che fare. Non sapeva neppure cosa fosse un’università occupata. Lei non aveva mai pensato ad occupare l’università in tutti i suoi anni di studio. Aveva quella stessa notte una riunione di lavoro con i suoi colleghi. Pensò di parlare con Felipe, con l’unico del suo gruppo che si occupava di politica. In redazione lo chiamavano ML. Era stato arrestato, durante il franchismo, per propaganda di materiale sovversivo. Il direttore del giornale l’aveva relegato alla pagina sportiva. Qualsiasi cosa Felipe scrivesse suscitava passioni e polemiche. La gente voleva parlare di Diana d’Inghilterra, delle amanti di Clinton, dei viaggi a Cancun. La gente evitava Felipe. Ma neppure lei l'aveva mai invitato a casa sua a prendere un caffé. E non gli aveva mai proposto di andare a cinema, o a teatro, o a un museo. Ma adesso aveva voglia di farlo.

«Ciao Felipe». «Ciao Pepa, que tal?». «Que tal tu trabajo?». «Bien, il Real Madrid vuole vincere la Coppa Europa». «Felipe». «Sì?». «So che in Italia le università sono occupate» «Sì. In Italia gli studenti stanno lottando contro una legge proposta dal ministro Ruberti che prevede la privatizzazione dell’Università. Ho letto giusto oggi che ci sono stati degli scontri con la polizia alla facoltà di Psicologia di Padova. Ci sono stati vari arresti, vari feriti». «Felipe». «Si?». «Padova é vicino Venezia, verdad?». «Sì, Pepa. Padova é l’Università più vicina a Venezia» «O Madonna santissima, lo sapevo!». «¿Che te pasa Pepa? Volevi andare a Venezia al festival del cinema?». «No Felipe, a Venezia probabilmente ci manderanno Manolo. E' che c’é una mia amica, lì a Venezia». «Vedi che la polizia non carica i turisti nelle gondole». «Lo so, Felipe, però la mia amica dorme nelle università occupate». «Non ci posso credere!». «Devi crederci, Felipe!». «Pepa, sai che il movimento degli studenti italiani si chiama Pantera?».«Pantera?». «Qualche tempo fa una pantera scappò da uno zoo di Roma. Voleva essere libera, la polizia ancora non é riuscita a catturarla».
«Este es el contestador de... Ciao amore, sono io. Ti chiamo dalla facoltà di Scienze Politiche di Padova. Questo pomeriggio ci sono stati degli incidenti. La polizia é entrata nell’Università ed ha caricato bestialmente gli studenti. Domani ci sarà una manifestazione. Scusa il casino, sono nel bel mezzo di una festa regge. Ti chiamo più tardi tesoro»

Il giorno dopo Pepa era felice di recarsi al lavoro. Pensò agli operai rinchiusi in fabbrica, ai minatori in miniera, alle donne segregate in casa. Pensò alla voce di Felipe. Alla sua vita, alla sua sensibilità. Pensò di avercelo avuto sempre accanto e di non averlo visto sino a quel giorno in cui le aveva parlato della Pantera. «Felipe» «Si?» «Sai una cosa?» «Che?» «Oggi venendo al lavoro ho pensato ad una ragazza che pulisce le scale nel mio palazzo. E’una ragazza giovane. Avrà sedici, diciassette anni e non so neppure come si chiama. Oggi ho pensato, per la prima volta in vita mia, che non é giusto che una ragazza tanto giovane non vada a scuola, non vada a teatro, non esca con gli amici. Non é giusto, Felipe, non é giusto» «Già» «Ed ho pensato che non so neppure come si chiama. La incontro tutti i giorni per le scale e non so neppure come si chiama, ti rendi conto? Ho pensato ai miei sedici,diciassette anni. Ho pensato a mio padre, che voleva diventassi medico e a mia madre che voleva fossi avvocato. Quando mi iscrissi alla facoltà di giornalismo mi sembrava di aver fatto la rivoluzione. Mi sembrava che avessi avuto il coraggio di scegliere la mia vita. Invece la mia vita era già stata scelta dal quartiere in cui ero nata, dalla piscina della casa dei miei genitori». «Già”. «Felipe» «Si?» «Non so da dove iniziare». «Inizia dalla tua amica. Inizia col chiederle il suo nome. Il resto verrà da sé».

«Pepa?» «Si?» «Ciao amore, sono Raquel. Sono a Bologna. E’ bellissima, dovresti vederla. Ci sono portici, e bici, e studenti. Ci sono vari collettivi politici. Un gruppo di lesbiche e femministe vorrebbe occupare un centro sociale per sole donne». «Amore?» «Si?» «Quando vieni a Madrid vorrei presentarti dei miei nuovi amici. Uno si chiama Felipe. E’ un compagno, lavora in redazione con me, è un tipo in gamba. L’altra si chiama Marta. Pulisce con sua madre le scale del mio palazzo. Ha ventun anni. Le piacciono i Rolling-stone».

V
Qualche giorno dopo Raquel a Bologna passeggiava sotto i portici e stazionava in Piazza Verdi con i suoi nuovi amici. Piazza Verdi era la piazza dei compagni, la piazza delle lotte degli studenti. Nel ‘77 la polizia vi era entrata con i carri armati. La mensa centrale era occupata. Gli studenti distribuivano lasagne e tortellini. Una ragazza col megafono parlava di diritto allo studio. Era alta. Aveva occhi verdi i capelli ricci. Si chiamava Giulia. Era di Roma e faceva teatro. Ed era bella, molto bella. Raquel non riusciva a toglierle gli occhi di dosso. Voleva conoscerla. Le si avvicinò sorridente. «E’ da molto che siete in occupazione?». «Sì. La mensa è occupata da una settimana ma le università sono occupate da vari mesi. Senti, tra un po' c’é la riunione dei compagni. Se hai voglia possiamo prendere un caffé al Piccolo tra dieci minuti, ti va?».

Raquel non stava più nella pelle. Avrebbe preso un caffé con Giulia. Avrebbe preso un caffè con Giulia, non riusciva a pensare ad altro. Giulia era la politica fatta persona, le parlò di Giorgiana Masi, di Mara Cagol e delle lotta dei compagni. «Senti», le disse, «tra qualche giorno occupiamo un posto nuovo, è qui in via Zamboni, al 36. Ci vogliamo fare una biblioteca, una sala studio, un posto in cui riunirci, vogliamo studiare, far teatro, creare una cultura politica differente».

Il giorno dopo le due ragazze scesero in piazza a cercare i compagni. Piazza Verdi era assediata dalla polizia. Gli studenti si erano rinchiusi nelle mense, nelle università. Un’ambulanza stazionava al lato della mensa. Una giornalista spagnola era stata ferita durante gli scontri. Si chiamava Pepa. Raquel corse a cercarla. Passarono la notte al 36 occupato. Studenti del Dams, e di Scienze Politiche coloravano le mura della facoltà. Si rideva, si scherzava. C’era chi portava del vino, chi cantava in coro, chi suonava la chitarra. Giulia era in riunione con i compagni, scriveva volantini e organizzava il servizio d’ordine. Pepa prendeva nota, si ritrovò emozionata come al suo primo giorno di scuola, finalmente sapeva cos’era un’ università occupata, finalmente lo sapeva!
Prese un pennarello e scrisse sopra i muri una poesia di Cortazar: «Tocco la tua bocca, con il dito tocco il bordo della tua bocca, la disegno come se uscisse dalla mia mano, come se per la prima volta la tua bocca si schiudesse, e mi basta socchiudere gli occhi per disfare tutto e ricominciare d’accapo. Riproduco ogni volta la bocca che desidero, la bocca che la mia mano sceglie con solenne libertà e che per un caso che non voglio comprendere coincide esattamente con la tua».

Pepa aveva appreso che i muri colorati erano la forza del movimenento e che dormire nell’università occupata era il meglio che le fosse capitato in tutta la sua vita. Quella scritta rimase sui muri del ‘36 fino al giorno in cui uomini in uniforme segnarono la fine di un’esperienza e di un sogno politico collettivo. Adesso le mura del ‘36 sono bianche. Gli studenti mostrano tesserini magnetici per studiare in biblioteca e per discutere sulle guerre puniche e le conquiste normanne, ma Giulia, Raquel e Pepa ricordano ancora di quei giorni passati al ‘36, quelle notti spese a lottare e a creare uno stile di vita differente. Podran cortar todas las flores, pero no detendràn la primavera. E con una nikon, un megafono e una laptop mi dicono che se ne vanno ancora in giro ad esplorare il mondo."Podràn cortar todas las flores, pero no detendràn la primavera".